NO
NOS FALTE EL RESPETO, SEÑOR ABAL MEDINA
El aplaudidor que nos falta el respeto
Tiene razón: los que salimos a la calle el 13 de septiembre estábamos bien
vestidos. Tan bien vestidos como se lo suele ver a usted aplaudiendo en el
Salón Blanco, y seguramente como lo están todos sus amigos y familiares.
Y también es verdad que casi todos pertenecemos a la clase media, la que
trabaja y produce, la que tiene auto y también la que viaja en los trenes
infernales que usted habrá conocido por los diarios y la televisión.
Y esas personas bien vestidas, que esa noche le dijimos al gobierno muchas
cosas, entre otras que no queremos chorros ni les tenemos miedo, estamos muy
orgullosos de ser el conglomerado social más importante de la Argentina. Porque
la Argentina es una nación de clase media.
¿Sabe por qué, señor ministro? Porque en este país, sentirse “clase media” o
─tal vez esto le guste más─ tener conciencia de clase (de clase media, claro)
es un ideal que nos hace sentir bien y que hemos heredado de nuestros padres y
abuelos que empezaron de muy abajo y pudieron alcanzar en la vida una posición
relativamente próspera. Unos más otros menos. Con más o con menos suerte en la
vida. Algunos lo perdieron todo, otros sobreviven con muy poco, como los
jubilados o como los que reciben un modesto sueldo que la inflación les devora
día tras día.
Porque ser clase media en la Argentina no es necesariamente estar bien vestido
y tener una buena posición económica (aunque todos aspiramos a lograr eso), ser
clase media es tener una clara vivencia cultural, una idiosincrasia de clase
media, una tendencia espiritual que llevamos en el alma y que nos enorgullece y
nos motiva permanentemente.
No sé si usted lo observó (los políticos no suelen ver los detalles que saltan
a la vista), pero cuando usted va a su dentista, el profesional que lo atiende
pertenece a la clase media, pero curiosamente su linda y simpática secretaria
también se siente parte de la orgullosa clase media argentina, aunque a lo
mejor gana muy poco y se lo gasta todo en ropa.
Usted no tiene ningún derecho de faltarnos el respeto como lo hizo. La clase
media, a la que pertenecemos casi todos los trabajadores argentinos (empleados
de comercio, bancarios, empleados públicos, maestros, profesionales y hasta los
camioneros de Moyano) es la que lo mantiene a usted, la que le paga el sueldo
que ni siquiera se gana, porque por lo que sabemos hace muy poco, además de aplaudir
y sonreírle simpáticamente a la vanidosa presidente, ¡y hasta festejarle que le
diga que debe tenerle un poquito de miedo! ¿No le da vergüenza, señor Abal
Medina? Usted no da conferencias de prensa, no habla con el periodismo, no se
reúne con los ministros que se supone usted coordina. Sólo aplaude, y cuando
habla lo hace para faltarnos el respeto, ¡usted, nuestro servidor, nuestro
empleado! ¿No se aburre de no hacer nada? Y no me diga que de vez en cuando
toma alguna decisión difícil porque eso no se lo va a creer nadie. Todos
sabemos que en este gobierno los ministros son cuatros de copas, menos
importantes que los secretarios que tienen debajo y que los vigilan
ominosamente.
Entonces, siendo usted tan poco relevante, tan poco útil a este país, no nos
falte el respeto. No diga burlonamente que ni siquiera pisábamos el pasto para
no ensuciarnos los zapatos. ¿Sabe por qué no pisamos el pasto? Porque de
chiquitos nos enseñaron a respetar las propiedades privadas y públicas. El
césped no debe pisotearse para que las plazas luzcan bellas. A usted tal vez
sus padres no se lo enseñaron, pero a nosotros sí, como también nos enseñaron a
respetar a nuestros maestros, a reverenciar nuestra Constitución y a saber
intercambiar ideas con quienes piensan distinto sin insultarlos ni
considerarlos enemigos. Eso aprendimos de nuestros mayores quienes,
orgullosamente, nos sentimos clase media argentina.
Señor Abal Medina, no se meta con nosotros porque le puede ir muy mal. Somos
respetuosos e infinitamente pacientes, pero sabemos defendernos y hacer valer
nuestros derechos. Muchos de nosotros no votamos ni votaríamos jamás a
Cristina, pero otros si la votaron y sin embargo estaban en la calle la noche
histórica del 13 de septiembre. Yo conozco a unos cuantos. ¿Y sabe por qué esas
personas salieron a protestar? Porque su jefa es una mentirosa, y se calló
durante la campaña todo lo que ahora está haciendo en contra de la voluntad del
pueblo argentino. Nunca dijo que confiscaría empresas privadas, que encubriría
escandalosos casos de corrupción, que nos prohibiría comprar dólares como si
eso fuera un delito, que nos impediría salir del país libremente, que nos
cobraría impuestos a las ganancias aún a quienes ganan modestos sueldos o viven
de una jubilación, que usaría los fondos de la ANSES para dar subsidios que
nadie sabe a qué bolsillos van a parar, porque todos los servicios andan cada
vez peor, y, sobre todo, nunca prometió que reformaría lo más sagrado que
tenemos, nuestra prenda de unión: la Constitución Nacional, a la cual ella juró
solemnemente cumplir y hacer cumplir.
Entonces, señor jefe de gabinete, tenga mucho cuidado con lo que dice. Más
bien, si tiene un poco de sentido común, y si es que se anima, dele algún buen
consejo a su jefa, dígale que es necesario escuchar lo que la gente reclama en
la calle. Ahora, si ella lo hace callar en el acto, como es muy probable, tenga
un poco de dignidad, renuncie, y después recorra los canales de televisión como
su antecesor Alberto Fernández.
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